sábado, 27 de agosto de 2011

La caza

Héroes

6/8/11

Pino se sentó en el portal de un centro comercial para liarse otro canuto. Había salido a las once de la noche de su casa, y ya eran casi las cuatro de la madrugada. Cinco horas y dos porros. A ese ritmo, en un par de noches más iba a acabar con su reserva de hierba antes de cruzarse siquiera con los hombres de negro.
Las calles estaban completamente desiertas, y el silencio solo se rompía de vez en cuando bajo el ronroneo del motor de los coches que cada cierto tiempo atravesaban la calzada. Pero ni rastro de las furgonetas negras.
Estaba a punto de encaminarse de vuelta a casa, frustrado por haber desperdiciado la noche en una búsqueda inútil, cuando escuchó varias pisadas saliendo de un callejón y tres skinheads aparecieron de improviso doblando la esquina. El repiqueteo de las puntas metálicas de sus botas se entremezclaba con los cánticos desafinados alabando al Führer que entonaban. Pino se levantó y trató de escabullirse disimuladamente, pero antes de poder meterse en alguna callejuela secundaria los skins se percataron de sus zapatillas de ska a cuadros blancos y negros. Sus rostros se deformaron cuando bramaron "anarca de mierda, vuelve aquí" mientras echaban a correr tras el y sacaban los puños americanos. Pino se lanzó a la carrera tan rápido como sus piernas se lo permitían, pero la cabeza le daba vueltas y la luz de las farolas parecía envolverle en una neblina anaranjada, nublando su visión. Llevaba casi un día entero sin dormir, y todavía sentía con fuerza el efecto de la marihuana, de modo que acabó tropezando y estampándose contra el asfalto. Antes de que pudiera levantarse de nuevo, una patada en las costillas volvió a arrojarlo contra el suelo. Soltó un quejido mientras notaba como la boca se le llenaba de sangre procedente de sus fosas nasales. Un sabor metálico saturó sus papilas gustativas al tiempo que otra patada le golpeaba el costado. Trató de protegerse con los brazos, pero la maraña de piernas que le rodeaba le impedía predecir el lugar del próximo impacto.
Pino hizo un último intento desesperado por evitar que le reventasen a patadas: se introdujo en la mente de los skins y comenzó a modificar recuerdos a toda velocidad. De pronto, los golpes cesaron y los mismos tipos que segundos antes estaban a punto de romperle las costillas le levantaron del suelo y le sentaron en un banco.
-Joder, camarada - ladró uno de los neonazis.- si no llegamos a estar aquí, te follan los hijos de puta de los rojos.
-Putos guarros, si hasta le han puesto sus zapatas de mierda - gruñó otro skin antes de arrancarle con fuertes tirones las zapatillas a Pino para luego tirarlas a un contenedor.- Como los coja...
-Cabrones, mira como le han dejao...putos bujarras, en cuanto nos han visto se han dao el piro.
Pino se limitó a asentir a todo lo que decían mientras sacaba un pañuelo del bolsillo de su pantalón e intentaba taponar el reguero de sangre que brotaba de su nariz. Tenía un corte en la mejilla y le dolía el pecho cada vez que respiraba. Trató de ponerse en pie, pero le dieron náuseas y se derrumbó de nuevo sobre el banco. Los neonazis se dieron cuenta de sus intenciones y, colocándose a ambos lados de Pino, le levantaron sujetándole por las axilas. Pino dio un par de pasos, trastabilleando, hasta que finalmente recuperó el sentido del equilibrio. Al cansancio de los dos últimos días se sumaba ahora el esfuerzo que le había supuesto manipular tres mentes a la vez y bajo presión. Se sentía al borde del colapso nervioso.
Estaba decidiendo que hacer a continuación cuando vio una furgoneta negra dirigiéndose hacia ellos desde el otro extremo de la calle. Dio un frenazo a unos pocos metros, y bajaron seis hombres vestidos con trajes oscuros. Moviéndose al unísono, como si fuesen engranajes de una misma maquinaria, comenzaron a caminar en su dirección.
Pino pensó rápidamente un plan de huida. Evidentemente, no podía enfrentarse a seis hombres adultos y posiblemente armados el solo, y mucho menos después de la paliza que acababa de recibir. Además, el contaba con ser el cazador, no la presa, y no había pensado cómo enfrentarse a los blackies (el nuevo apodo que les había otorgado) cuerpo a cuerpo. Buscaba frenéticamente algo que pudiera distraerles, cualquier cosa que le diera el tiempo suficiente para escapar.
Entonces se dio cuenta. Allí estaban, delante de sus propias narices. Tres cabezas rapadas, de casi dos metros de alto y otro de ancho, ya armados con puños americanos y navajas, estaban a su disposición para ser usados como peones.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, Pino retocó nuevamente sus recuerdos, canalizando el instinto asesino de los neonazis contra los hombres de negro. Cuando acabó, los skins se lanzaron dando aullidos hacia los blackies. Sin que ninguna expresión perturbase sus rostros, que parecían estar tallados en mármol, tres de los misteriosos hombres de negro sacaron varios táseres de sus bolsillos, que soltaron algunas chispas al ser encendidos.
Aprovechando la confusión, Pino se deslizó camuflándose entre los coches hasta llegar a un estrecho callejón, y allí empezó a correr de nuevo. La ciudad giraba alrededor suyo confundiéndose con el cielo nocturno, hasta que Pino fue incapaz de distinguir si corría entre pequeños comercios y complejos residenciales o entre estrellas y constelaciones. Ya no podía calcular las distancias, pues la calle tan pronto se estiraba hasta el infinito como encogía hasta tal punto que de un solo paso la atravesaba. Cayó al suelo varias veces tras tropezar con sus propias piernas, para luego levantarse inmediatamente, desorientado y respirando a grandes bocanadas. Los pulmones le ardían y los oídos le zumbaban.
Finalmente, Pino acabó derrumbándose en el portal de un cajero automático. No sabía cuanto rato llevaba deambulando por las calles, ni si había logrado despistar a los blackies, pero ya no le importaba. Los párpados le pesaban como si tuviera gruesas losas de hormigón colgándole de las pestañas y se le estaba nublando la visión. Lo último que notó antes de perder el sentido era como el estómago se le encogía y revolvía.
Despertó en un charco de vómito con las primeras luces del amanecer. Una mujer acompañada de su hija sacaba dinero del cajero intentando mantener sus altos y, posiblemente, carísimos zapatos de tacón tan alejados como podía del nauseabundo líquido. La niña, de unos tres o cuatro años, miraba a Pino con los ojos muy abiertos y la punta del dedo pulgar metida en la boca. Pino se sentó y se limpió la cara con la manga de la camiseta. Al acabar dijo seriamente a la pequeña:
-Si no haces caso a la profe y no te comes todas las verduras, acabarás igual que yo.
Luego, haciendo caso omiso de las miradas envenenadas que la madre de la niña le lanzaba, se levantó y buscó algún sitio donde poder desayunar con tranquilidad. Por suerte todavía había pocas personas en la calle, así que Pino pudo pasar más o menos inadvertido a pesar de ir descalzo, con moratones en la cara y los brazos y con la ropa empapada en vómito. Encontró un bar completamente desierto y entró para tomar algo y despejarse.
-Una copa de Baileys y una napolitana -dijo al llegar a la barra. Tenía la voz ronca y áspera, como la de un fumador empedernido.
-¿Seguro que no quieres algo más suave, guapo? Tenemos zumos, batidos.... -empezó a enumerar la camarera.
-Una copa de Baileys y una napolitana, por favor -repitió.
-Como quieras....serán cuatro con diez -normalmente, la cuenta la pedía después de que los clientes acabaran de comer, pero no se fiaba lo más mínimo de alguien que daba señales de haber estado toda la noche bebiendo.....y pretendía seguir haciéndolo desde primera hora de la mañana.
Pino pagó y se sentó en una mesa junto a la ventana. Entre bocado y bocado, analizó los hechos de la noche anterior. Al parecer, los blackies habían aparecido justo después de que hubiera cambiado los recuerdos de los skins. Por tanto, debían tener alguna forma de detectarlo cada vez que usaba su poder, y posiblemente ocurriese lo mismo con el resto del grupo. Así que, cada vez que quisiera atraer a los hombres de negro, le bastaba con modificar la memoria de alguien, esconderse y esperar hasta que llegasen.
Pino sonrió.
Tal vez había fallado el primer disparo, pero aún le quedaban muchas balas en la recámara.
Y la caza no había hecho más que comenzar.

El Príncipe

martes, 23 de agosto de 2011

Refugio

Héroes


12/09/2011


La luz se cuela por una de las persianas a medio bajar.
Ésta deja ver la gran cantidad de polvo acumulado en la casa.
Hace mucho tiempo que no pisa esa habitación, esa casa, esa calle.
Tantos recuerdos en 70 metros cuadrados.
Naia está sentada sobre un sillón verde turquesa, junto a ella reposa una sabana blanca que antes cubría el mueble, como todos los otros que aun quedan en la casa.
Evitando que el polvo se adueñe de ellos, pero eso no evita el paso del tiempo.
Tiene la mirada fija en una de las paredes.
En algún momento recuerda haberlas visto blancas, pero ahora están todas descascarilladas, algo amarillentas.
Antes había un televisor antiguo frente a ese sofá.
Ahora no, solo la marca del objeto.
Mira al techo.
Una lámpara pequeña de araña cuelga inmóvil del techo.
Se levanta, con pereza.
Comienza a pasear por la casa, dejando tras de si las marcas de las deportivas a cada paso que da.
La casa huele a cerrado.
Seguramente porque nadie la ha pisado desde hace diez años.
Aquella casa en la que habían vivido sus abuelos.
La misma en la que su abuelo le prometió que no le pasaría nada, que ese seria su refugio.
Posa las manos en las paredes del pasillo.
Notando la textura rugosa de la pintura bajo sus yemas.
En las paredes aun reposan los marcos de los recuerdos inmortalizados.
Un picnic familiar, donde todos sonríen.
Ella junto a sus padres tras una competición de natación.
Sus tíos y su padre de pequeños, sonrientes, con algunos dientes menos.
Sus abuelos el día de su boda.
Sus padres el día de su boda.
Llega a uno de los marcos.
Lo mira.
Lo detesta.
Quiere que desaparezca.
Lo coge con cuidado.
Parece mentira que un pasillo tan pequeño albergue cosas tan importantes para gente que ya no está.
Entra en la sala del comedor con el marco aun en las manos.
En la habitación no quedan casi muebles.
Antes había estanterías repletas de libros.
Una mesa en la que siempre había comida.
Dos sofás pequeños que siempre estaban ocupados.
Y un piano que casi nunca sonaba.
Una gran ventana luminosa-
Ahora no.
Ahora solo queda un sofá.
Una silla contra la pared.
La ventana está tapada con tablones.
Y el piano.
Su piano.
Quita la sabana que lo cubre.
Una nube de polvo se adueña del aire.
Naia tose un par de veces.
Deja la foto sobre el piano y se sienta.
Si, ella sabe tocar el piano.
Nunca lo va a admitir en público, pero el hecho de evitar un castigo y entrar en clases de piano con Sandra, habían valido la pena.
Abre la tapa del piano y respira hondo.
Comienza a tocar con suavidad.
Las teclas están ásperas.
El sonido invade la estancia.
La casa entera.
Naia cierra los ojos, tranquila con todo.
Dejando el dolor a un lado.
Olvidando los recuerdos.
Solo ella, la música y el piano.
Un sentimiento de paz le invade el cuerpo.
Pero al abrir los ojos se encuentra con la foto.
Deja de tocar.
Coge el marco de madera.
Las luces comienzan a parpadear de forma violenta.
Porque ella esta enfadada.
Lo arroja contra el suelo con rabia.
La madera se resquebraja.
El cristal se rompe, provocando que muchos ciscos de esparzan por el suelo.
La foto que alberga queda al descubierto.
La coge.
Con cuidado de no cortarse.
En ella salen personas sonriendo.
Sus padres.
Ella también sale, pero no sonríe.
Era pequeña.
Unos cinco años.
El día que entró con su familia.
El día que la adoptaron.
Hoy hacia ya trece años de ello.
Normalmente lo celebraban como un segundo cumpleaños.
Pero esa vez no, no hay felicidad.
Guarda la foto en su cartera y se incorpora.
Se sacude el polvo de las rodillas.
Se dirige a la puerta.
Sale de la casa.
Necesita respirar.
Empieza a caminar por el bosque.
Siguiendo un sendero próximo a la casa.
El pueblo de sus abuelos tiene un río precioso.
Lo contempla un rato.
Se sienta junto a la orilla y mete los pires dentro del agua.
Siente como la corriente le empuja suavemente.
El frío estremece, porque el calor la rodea.
Y las lágrimas resbalan por sus mejillas.
Se lleva las manos a la cara.
Se pregunta por que llora.
Porque hoy es su día especial y no lo puede compartir porque no se lo ha contado a nadie?
No es solo eso.
Porque no puede ver a su familia…
Porque se ha enamorado de dos hombres.
Porque el mas importante para ella se ha enamorado de Sandra.
Porque quiere mucho a Pino y ya no se lo puede decir.
Si, por todo eso ahora llora como una niña.
Porque ahora se siente terriblemente sola.
Quiere gritar sus sentimientos.
Dejarlos salir.
Pero ella no es capaz.
Solo sabe guardarlos dentro.
Decide que ya es suficiente.
Ya ha llorado bastante por el beso que vio el otro día en la playa.
Vuelve a reprimir su amor.
Su frustración.
Y sus deseos de correr en otra dirección.
Se vuelve a poner las zapatillas.
Camina por el sendero hasta el pueblo.
Saluda a un par de antiguos conocidos.
Pasea un rato por las silenciosas calles.
Encuentra su coche y se monta.
Antes de poner en marcha el motor su mira en el retrovisor.
Se limpia los ojos, enrojecidos.
Respira hondo.
Ahora si, introduce la llave.
El motor se pone en marcha con un chasquido.
Le toca volver a la normalidad.
Se aleja del pueblo.
Su tranquilidad.
Su refugio.

domingo, 21 de agosto de 2011

Agua

Villanos
20-08-2011




Se despertó mirando a la persona que tenía a su lado, estaba dormida. La noche anterior ese chico había sido su compañero de juegos, no había estado nada mal pero la verdad es que había disfrutado de cosas mejores así que ese pobre nunca más iba a pisar su habitación y si pensaba que iba a hacerlo es que era un iluso. Vio como se movía en sueños, mierda estaba dormido, tenía que derpertarle porque no pensaba dejar que ese sujeto durmiera más tiempo en su cama, no se lo merecía solo tenían derecho a eso Pyros y Raul, ellos si que sabían, no ese imbécil. 
Le acarició el pelo con dulzura , despúes la cara y le regaló un beso apasionado en los labios, como todos los que daba ella, él se despertó y le miró con sus ojos azules y le regaló una sonrisa, que rico, ella se la devolvió
- Buenos días, precioso, ¿has dormido bien?
El le empezó a acariciar el brazo con mucha ternura y ella sintió un poco de asco pero no dio ninguna señal de ello.
- Sí, ¿como no?- El le agarro la cara con ambas y manos y se acercó para besarla. Ella esperó al momento perfecto para apartarle que fue justo cuando sus labios estuvieron apunto de rozarse.
- No, cielo ya no más que tengo cosas que hacer y ya sabes que si empiezo... no acabo- El chico le miró decepcionado.
- lo siento, otro día. Oye amor me puedes traer un vaso de agua de la nevera estoy sedienta
- Si.
Ella le sonrió, que estúpido era, ella podía administrarse sola el agua si quería pero necesitaba que el saliera de la habitación. El chico rápidamente salió del cuarto de ella.
- Adios, Talassa, ahora vuelvo con  agua.
- Vale- Ella se acercó y le dio un beso en los labios, después le guiño el ojo y cerró la puerta con pestillo para que ese chico no pudiera entrar, menos mal que el no sabía atravesar paredes, hubiera sido un problema.
 Ordenó un poco la habitación y cogió un biquini rojo de su armario y se lo puso. Tenía muy claro a donde iba a ir. Siempre que se aburría se iba a la playa porque le encantaba el agua del mar y a veces la necesitaba. Se metió en la ducha y se concentró. El cuerpo de Talassa se fue transformando poco a poco en un charco de agua que se deslizó por el desague. No era la primera vez que lo hacía. Siendo agua se fue teletransportando por las diferentes masas de agua hasta llegar a una playa, no tardo mucho, tenía practica. Cuando lo vio oportuno dejo de ser agua y se convirtió en la preciosa chica que ella era, sus ojos verdes miraron la playa. Estaba llena de la estúpida gente normal que se dedicaba a sus estúpidas actividades.Talassa les odiaba simplemente por ser diferentes a como lo era ella. Eran unos seres insignificantes que no se merecían vivir en ese mundo, se creían gente importante pero la realidad es que carecían de cualquier tipo de importancia, eran pequeñas flores en un campo pisadas por una apisonadora, nada más, débiles. 
Talassa empezó a nadar y a dejarse llevar por el agua, eso la relajaba mucho, era muy agradable,era su momento mágico pero después de mucho rato se empezó a aburrir. Observó a los humanos con asco y entonces pensó en divertirse un poco, se concentró, creó unas olas enormes y aumentó las corrientes para que los bañistas no pudieran disfrutar de un baño placentero. La gente empezó a gritar al ver como las olas inmensas se abalanzaban sobre ellos, muchos empezaron a salirse del agua y Talassa disfrutó viendo el miedo en ellos y escuchado los gritos de aquellas personas insignificantes en la sociedad. La bandera de la playa estaba amarilla pero en poco tiempo fue cambiada a roja. No había ni una sola persona en el agua excepto ella, que seguía nadando tranquilamente a pesar de las peligrosas olas. 
Un socorrista la vio y le hizo señales para que saliera del agua pero ella le ignoro. El socorrista se metió en el agua y se acercó nadando hacía donde ella estaba.
- Señorita sal del agua- Talassa le miró con odio ¿qué se creía ese socorrista?, el no podía darla ordenes, el no era nada, escoria, tal vez. 
-¿No me ha oído? sal del agua. La agarró de la mano y la intentó llevar con el.- Aquí no puede estar es por tu propio bien, vuelve a la playa. 
Talassa le miró con odio.
- No, precioso estas equivocado,eres tu quien no puede estar aquí. 
El socorrista no la entendió. Talassa hizó que una fuerza  tirara del cuerpo del socorrista metiendole dentro del agua. El intentó soltarse pero no lo conseguíó, se estaba quedando sin aire, no había manera.Al poco rato el socorrista estaba muerto.
- Lo siento, bonito. Talassa hizo que las olas del mar llevaran el cuerpo a la orilla para que todo el mundo pudiera verlo y sembrar así más pánico.
Después emprendió rumbo a su hogar de la misma manera que antes lo había hecho. Al poco rato ya estaba en el baño de su habitación, secándose su melena pelirroja. Pensó en que quizá Raul le echaría la bronca porque decía que no se podía matar sin una buena razón, pero bueno ya se le ocurriría algo para disuadirle porque obviamente se iba a enterar del suceso porque no tardaría mucho en salir en las noticias, que divertido iba a ser ver en la televisión la catástrofe que ella había provocado,si, muy divertido.




















Perdida

Héroes


6-09-2011




Sandra estaba quieta mirando como la figura de Erik se hacía cada vez más pequeña y no dejó de mirarla hasta que ésta desapareció por completo.Su corazón estaba desbocado y a ella le pareció que de un momento a otro iba a salir disparado de su pecho. El aire le acaricio suavemente su cabello marrón y por un instante dejo de sentir el calor que emanaba de su cuerpo a causa del beso que Erik le había dado. 
Se sentía como en una especie de sueño, no se podía creer lo que acababa de pasar ¿por que él era tan raro?, su carácter era inestable, en una misma conversación la había mandado a la mierda para rato después haberla besado, no lo entendía, carecía de sentido. Ese chico era peor que el Perro del Hortelano.
Quizá no tenía las cosas claras o al menos no tan claras como las tenía ella, esa era la única explicación lógica de su comportamiento de hoy te quiero pero mañana ya no. Sin embargo, ella lo tenía tan claro, se había enamorado de él a pesar de que era un:
Chulo
Hipócrita
Creído
Imbécil
Si, era todo eso pero también podía ser de otra manera, o al menos eso le gustaba pensar a Sandra, pero pocas veces se le podía ver en esa faceta cariñosa alejada de la mascara de gilipollas que llevaba todos los días puesta. Solo de vez en cuando se la quitaba.
Sandra miró el mar ,¿ por que todo era tan difícil? a lo mejor el si que lo tenía claro, pero simplemente tenía miedo a atarse ,o quizá tenía miedo de demostrar lo que sentía como a ella le había pasado. Al principio se negaba a admitir que le gustaba Erik a pesar de que era mas que evidente que era así. Ella estaba enamorada y para esconderlo se ponía una mascara de una chica borde y cada vez que el la miraba y le decía algo en plan broma ella le bufaba como si fuera un gato enfadado y algunas veces incluso arañaba. Quizá a el le pasaba lo mismo y aquella noche solo se había puesto la misma mascara que llevaba siempre, la del niño chulo, hipócrita, creído e imbécil pero luego se la había quitado dejando ver la otra cara de la moneda. 
Pensó en la conversación otra vez como él le había pedido que no se dejara tocar por nadie, ¿estaba celoso de Pino?, si estaba claro que sí ,si no le hubiera dado igual y por mucho que el la dijera que no estaba enfadado por eso Sandra sabía que sí, aunque le parecía una chorada porque para ella el beso con Pino no había significado nada, absolutamente nada. 
Tampoco le había dado asco pero no había sentido ningún cosquilleo ni nada parecido y cada vez que sus labios se juntaban con los de Erik Sandra pensaba que de un momento a otro iba a enloquecer y perder en control. Con Pino no había pasado nada, solo se sentía mal por haberle correspondido ,en principio, cuando realmente ella sabía que el no podía hacer nada porque ella estaba demasiado enamorada de Erik. A Pino también le quería, si, pero como se quiere a un mejor amigo, nada más no había atracción solo cariño.
Ahora Sandra se sentía muy feliz porque volvía a estar llena de optimismo pensando en que Erik quizá si la quería pero era demasiado cobarde como para decírselo. Una vez más todo parecía indicar que algunas cosas aparentemente imposibles pueden suceder, como su amor por Erik ,pero ella tenía miedo de pensar que tan pronto como todo había cambiado aquel día volviera a cambiar al siguiente , que los sentimientos de confusión la atraparan de nuevo , como siempre, y se encontrara una vez más perdida.


   













Y yo...

(Héroes)

5-9-11

Pino gritó su nombre hasta quedarse sin fuerzas. Poco le importó que le oyese el grupo de cotillas que a pocos metros de él aún miraban sorprendidos la escena. Hizo ademán de ir tras ella, pero se detuvo después de dar unos pasos. Lo mejor sería dejarla sola, al menos durante un par de horas, hasta que ambos pudieran pensar con claridad sobre lo que había pasado. Cerró los ojos e inhaló el aire lleno de salitre, con tanta fuerza que le ardieron los pulmones. Después, se puso de espaldas y comenzó a nadar mar adentro, dejando que las olas le mecieran con suavidad mientras escuchaba los gritos de las gaviotas y notaba sus sombras pasar sobre su torso desnudo. Esos graznidos discordantes siempre le habían transmitido una extraña sensación de melancolía y nostalgia. No era como la desesperación absoluta que sacudía los cimientos de su cordura cada vez que sentía como los recuerdos le destrozaban el alma, llenándola de gruesas cicatrices. No. Era más similar a la tristeza que sienten los ancianos al contemplar los viejos y ajados álbumes llenos de fotografías color sepia de su juventud. Pino añoraba un pasado que nunca había sucedido, un pasado en el que Sandra le amaba y Erik seguía siendo su mejor amigo y confidente.
Se dejó llevar por la corriente. Por una vez, agradecía tener su memoria sobrehumana. Recordó una y otra vez ese increíble instante, que había llegado a pensar que no sucedería jamás. Todavía no podía entender que fuerza le había arrastrado hacia los labios de Sandra, y tampoco estaba seguro de si había hecho bien dejándose llevar. Por un lado, Sandra le había correspondido, lo que le llenaba de una esperanza temerosa. No quería hacerse ilusiones, pues cuanto más alto subía su espíritu en su imaginación, más desgarrador era luego el brutal choque contra la realidad. Pero, por otra parte, cuando había intentado ir más lejos con ella... Pino no sabía demasiado acerca de la psicología femenina, pero estaba seguro de que escaparse buceando tras romper a llorar no era una señal positiva.
Levantó un poco la cabeza sobre las olas para ver donde estaba. Podía ver a lo lejos la pequeña bahía rodeada de altos acantilados a la que habían ido a pasar el día. Si se fijaba lo suficiente, podía ver incluso a sus compañeros moverse de un lado para otro entre las toallas y las bolsas de playa. Y algo separada del resto del grupo, sentada bajo una sombrilla, podía verla a ella, con la mirada fija en el horizonte. No estaba leyendo otra vez, eso seguro. Posiblemente estaría devanándose los sesos, al igual que Pino, en tratar de descifrar el significado del momento que acababan de compartir, y el por qué ambos habían actuado como lo hicieron. Y Pino no estaba convencido de querer saber las conclusiones que ella sacase de su meditación.
De todas formas, debía de llevar cerca de una hora en el agua, y empezaba a cansarse. Con brazadas lentas, como si tratase de retrasar lo máximo posible el momento de hablar con Sandra, se dirigió a la orilla. Finalmente, sus pies se posaron sobre la arena caliente por el sol, y se encaminó hacia su toalla. Pino se identificaba plenamente con los reos a los que conducen al patíbulo: sus pasos pueden ser tan cortos como quiera, pero acabará llegando igualmente a la horca. Y llegó a la toalla de Sandra. Se humedeció los labios y tomó aire.
-Emm...Sandra...hola....¿qué tal estas?- su voz carecía completamente del más mínimo aplomo.
-Yo...la verdad es que no sé que contestarte- la voz de Sandra también vacilaba y evitaba mirar a Pino a los ojos, prefiriendo observar sus brazos, su pecho o sus pies, para finalmente dejar la mirada fija en su hombro izquierdo.
-Ya....oye, quería disculparme por lo de antes, era solo que....joder....acababas de decirme que preferirías enamorarte de mi y pensé que....a lo mejor tu....eso, que no me he podido controlar.
-Ya, eh, no pasa nada Pino, yo lo siento de verdad.
-¿Tu?- Pino estaba confuso. Se suponía que el que había cometido un error era el.- ¿Por qué? Pero si he sido yo.
-Pues por haberme ido tan de repente, pero es que no sabía como reaccionar. Y por haberte utilizado. Lo siento.
Pino pensó que si eso era lo que Sandra entendía por utilizar, estaba dispuesto a ser su marioneta todas las veces que ella quisiera.
-No, no, pero si....a ver, yo....bueno pues...- las palabras parecían haberse evaporado de su lengua.- Supongo que a lo mejor los dos nos hemos confundido. Pero....-dudó unos segundos.- hay algo que quiero preguntarte...y no se cómo.
-Dilo sin más. Es mejor.
-Pues...- Pino tragó saliva....es decir, habría tragado saliva si todavía quedase algo en su boca repentinamente seca.- ¿Ha significado algo para ti este beso? Y contesta con sinceridad -agregó rápidamente. Lo último que necesitaba ahora era una larga charla compasiva llena de eufemismos y de "te quiero, pero solo como amigo". Odiaba esa puta frase.- , no tengas miedo de ser dura.
-Pues....- Sandra se detuvo, dubitativa. Buscaba las palabras adecuadas.
-¿Pues?- Pino se estaba impacientando. Había asumido, a juzgar por las palabras y forma de actuar de Sandra desde que habían empezado la conversación, que la respuesta iba a ser un no rotundo, y prefería acortar en lo posible la agónica espera.
-Se que te he correspondido en principio, pero es porque estaba triste y enfadada con Erik. Y luego no he podido seguir porque.....bueno, os quiero de forma diferente. Entonces, la respuesta es que...no, no demasiado, porque estoy enamorada de Erik. -Se calló y suspiró. Después de unos momentos, volvió a disculparse.- Lo siento.
-Nah, tranquila, no pasa nada. - Si que pasaba. Su ánimo se asemejaba enormemente al legendario Ícaro, que tratando de alcanzar el áureo esplendor del sol acabó calcinado bajo sus rayos incandescentes. Del mismo modo su ánimo, que apenas unos instantes antes surcaba las nubes en frágiles alas de cera, caía ahora contra el suelo, convertido en una flamígera bola de humo y cenizas. - No me había hecho muchas esperanzas de todas formas. En fin, me voy a dar una vuelta por la playa, luego en un rato vuelvo, ¿vale? Me llevo el móvil por si acaso. Venga -acarició con las puntas de los dedos la mejilla de Sandra mientras echaba a andar.- chao.
- ¿Pero estás bien, Pino? - Pino se detuvo y se dio la vuelta.- No quiero perderte como amigo -la voz de Sandra estaba teñida de preocupación.
-Sigo vivo, ¿no? Jajajaja - se rió sin ganas de su velada alusión al suicidio. Se parecía más al sonido de un fuelle que al de una risa auténtica. - Tranquila preciosa -añadió tras ver el gesto que puso Sandra al oír sus palabras.
-Siento todo esto, de verdad.
-No pasa nada, pequeña - Pino puso todo su empeño en fingir una sonrisa que, si no reflejaba felicidad, al menos no dejase traslucir los oscuros pensamientos que en ese momento llenaban su mente. - Y no te preocupes, que no me vas a perder. Luego vuelvo. Te quiero, Sandrita. - Dicho esto, volvió a dirigirse hacia uno de los extremos de la bahía.
-Yo también, Pino. Siento que no pueda ser diferente.
Pino se paró unos instantes, dudando si darse la vuelta y abrazarse a Sandra para no dejarla marchar jamás, o seguir caminando.
Echó a andar de nuevo, y cuando estuvo a demasiada distancia como para que Sandra pudiera oírle, murmuró:
-Y yo, preciosa -los rayos del sol emitieron suaves destellos al impactar contra sus ojos húmedos. - Y yo.

El Príncipe

Montaña Rusa.

06-09-2011

Erik expulsa el humo del cigarro.
Son las once y ha decidido separarse de los demás durante un rato.
No quiere seguir aguantando las gilipolleces tipo: "Y oye...¿Tu hermana y pino están juntos?"
"Y yo qué coño sé, gilipollas."
Además le da igual.
O eso quiere hacerse creer pero él sabe que no puede. Maldita gente.
Ojalá el mundo fuese más fácil, sin amor ni idioteces.
Frunce los labios.
Allí, asomado a la barandilla del paseo marítimo.
Todos están dentro de la discoteca, no hay ni uno fuera.
Mejor.
Hace un poco de fresco y por eso se ha puesto su chaqueta fina de color negro y rayas blancas.
Vuelve a rememorar ese momento en la playa...
"Joder, ya basta."
¿Qué coño le importa a él?
Que hagan lo que le salga de los cojones.
A él se la suda.
Ojalá se la sudase tan facilmente como siempre.
Maldita sea...
¿Por qué le afecta tanto?
Está claro que él no está hecho para relaciones.
"Además, Sandra está mucho mejor con Pino.
Exacto, que se vaya con David.
El bueno y sensible de David Pino.
Que hijo de puta."
Da otra calada al cigarro.
"Puta Sandra."
Sin ella todo sería más sencillo.
Todo sería más sencillo.
Él podría seguir ignorando a los demás.
Desear que el curso pasase rápido y que todo se fuese a tomar por el culo.
Él solo quería conseguir ser algo.
Un cantante talvez.
Joder, encima Pino es su guitarrista.
Y no toca nada mal.
Tendrá que buscarse otro.
"Que cabron..."
Qué decepción más grande.
Y eso que eran amigos.
"No."
Erik ríe sin ganas.
"No te mientas Erik.
NUNCA fuisteis amigos.
Él es otra carcasa vacía..."
-Erik.
Él se da la vuelta.
Cojonudo.
Es ella.
Sandra le mira.
-¿Qué coño haces aquí?-la pregunta.
-Quería pedirte perdón. Por lo del libro de... ayer. Me porté como una borde. Lo siento.
-Ya, vale-Erik la da la espalda. Que se pire.
Que se vaya.
Que idiota es la niña.
Hace cosas y no piensa en las consecuencias.
Dios... si no estuviese tan buena.
¡No!
Ni siqueira está buena.
Si no le pusiese tanto...
La mandaría a la mierda.
-¿Estás bien?-Sandra frunce el ceño.
Cojonudo.
"¿Estas bien? ¿Estás bien?"
-Sí, vete con tus amigos y déjame en paz-la gruñe antes de dar una calada a su cigarro.
-Oye...-ella da un paso hacía él- Si te ha molestado tanto... de verdad que lo siento Erik. Yo... no te lo he dicho antes porque no he conseguido encontrarte solo y... Yo estaba picada por otra cosa y lo he pagado contigo.
Ya le toca los cojones.
-¿Qué es lo que te hace pensar que estoy así por tí, pipa? No todo gira entorno a tí, ¿sabes?-la mira con sus ojos verdes.
-¿Y por qué estás así?
-¿Me dejarás fumar en paz?-la pregunta con burla.
-No hasta que me digas que te pasa-ella se cruza de brazos.
Él pone los ojos en blanco y chirria los dientes.
-Mira que eres pesada, coño. Ni te importa ni quiero que te importe, gracias por tu "GRAN preocupación". Pírate.
Ella no se mueve.
Él da otra calada.
La mira y alza las cejas.
Expulsa el humo, que sube en una nube gris hacia las estrellas.
-¿Qué no entiendes? Qué-te-vayas-a-tomar-por-el-culo. Date una vuelta con tus amigos los libros, esas cosas tan "yupies" que haces tú SOLA-con cada palabra siente que le hierve la sangre. Explota- ¡Oh mejor! ¡Vete con Pino! Y así hablais de lo vuestro y os decidís en que hacer, porque a mí no me dejan de preguntar-gruñe.
Sandra le mira desconcertada, deja caer los brazos.
-¿Lo nuestro? ¿Qué nuestro? Erik, ¿Qué dices?
Él se encoge de hombros y tira el cigarro a la playa.
Se encoge de hombros.
-No sé, lo que dice todo el mundo. Antes de morrearos delante de todo el mundo haber pensado en si la gente miraba. Si hay cosecuencias-la espeta- No voy a cubriros las espaldas ni recoger vuestra mierda.
-Em... Erik. Entre Pino y yo no hay nada.
"Seguro"
-El beso ese no es nada, te lo juro-dice ella mirándole- ya sabes lo que siento...
Hay un silencio.
Erik deja de mirarla con un gruñido irritado.
Qué idiota.
-¿Por eso estás así? ¿Por el beso?-pregunta ella, en su interior esperanzada de que sea así.
-No-dice el rapidamente- Me da igual con quién te lies. Con Pino o con cualquiera, haz lo que te salga del coño con tu cuerpo. Pero no queiro tener que dar explciaciones de tus gilipolleces a la gente.
-Diles la verdad. Que no hay nada...-ella es itnerrumpida.
-No les voy a decir absolutamente nada-dice Erik mirandola furioso- No voy a cubriros las espaldas a ninguno.
-Diles que estoy enamorada de otra persona-sigue Sandra acercándose a él- Tú bien deberías saber quién es esa persona-le intenta coger de la mano.
Él la aparta mosqueado.
-Jaja, qué pena que esa persona no te quiera como te mereces, ¿no? Lo siento nena es lo que hay. No haberte enamorado de mi. No me va el incesto. ¿Recuerdas? Somos "hermanos". No irás a destruir neustra tapadera, ¿verdad?
-Eres un idiota, ¿lo sabías?-dice ella con lágrimas en los ojos sin entenderle del todo.
-Dime algo que no me hayas llamado ya-dice él con asco- Vete con tu príncipe Pino.
Sandra le mira.
Cierra los ojos un instante.
Las lágrimas le caen.
Le mira.
-Erik, ¿por qué me tratas así?
-Porque me sale de los huevos y porque soy así. ¿Cómo quieres que te trate? ¿Que te llame princesa? ¿Qué te lleve el desayuno a la cama? Lo siento, no soy así y lo sabes.
-No, tampoco es eso pero...-Él la itnerrumpe de nuevo, demasiado molesto.
-Abre los ojos. El tío que tú quieres no soy yo.
Ella se seca las lágrimas aunque es inútil.
-Sí, te quiero a tí. ¡Te quiero! Pero me lo pones muy difícil y no sé el por qué.
-Dios... que vale tía. Que te pires. Déjame en paz de una puta vez- él niega con la cabeza y se sienta en la barandilla del paseo marítimo.
-Erik, ¿por qué eres así? ¿Por qué un día me compones canciones y... al siguiente me mandas a la mierda? ¿Eh? ¡¿Por qué?!-ella ya está desesperada, irritada, triste- ¡¿Qué queires?! ¡¿Volverme loca?! ¿Joderme...? ¿Qué quieres?
-Lo que quiero es que me olvides-le responde él secamente.
Ella siente como una bofetada en la cara.
Más claro imposible.
Él la mira.
Algo dentro de él se agita.
Maldita culpabilidad.
Pero...
¿Es solo eso?
Sin saber como sus labios hablan por sí solos.
-O que no te dejes tocar por más tíos-se oye decir a sí mismo.
¿Qué coño...? ¿Desde cuando le da por sincerarse?
Sandra le mira.
Un latido en su corazón.
Con él es siempre así.
Una montaña rusa.
Se sube y baja.
Inestable.
Como el cáracter de Erik.
Pero a veces ocurren cosas así.
-Te lo juro-ella asiente No pretendía que me tocase... Yo... ¡Me aparté cuando me besó! Solo quiero que tú me toques, Erik. Nadie me tocará... Solo tú-ella le coge de la mano.
Esperando la reacción de él.
Erik la mira con sus ojos verdes.
¿Por qué la hace llorar? ¿Qué consigue con ello?
Se baja de la barandilla.
"Maldita sea..."
Tira de la mano de ella hacia él en un movimiento rápido.
Y termina con la distancia entre ellos.
La besa, independientemente de lo que le dice la cabeza.
Solo respondiendo a lo que le pide el cuerpo.
Y ahora eso son los labios de Sandra.
Maldita culpabilidad.
La coge el rostro sintiendolo húmedo por las lágrimas derramadas.
Ella abre los labios y deja que él meta su lengua.
Sintiéndose.
Sandra le agarra de la chaqueta con el corazón bombeando a mil.
Puede sentir el tacto húmedo y cálido de la boca de Erik, contrarrestado con el frío del pearsing de su lengua.
Un cosquilleo la recorre.
Él siente esos labios tan suaves.
Ese sabor tan dulce.
Esa adrelalina.
Esa... adicción que tiene ella.
Lo que hace que sea pegajosa pero... pero adictiva.
Tras unos minutos se separa de ella mientras siente como Sandra se inclina hacia delante para seguir con el beso.
Él la mira.
La agarra del rostro, apretándola levemente los mofletes.
-Espero que te acuerdes de lo que has dicho.
La aparta antes de que ella peuda decir nada, siquiera reaccionar.
Se va y la deja sola en el paseo marítimo.

sábado, 20 de agosto de 2011

Pensamiento

Héroes

6-09-2011

Se despertó en aquella cama de sabanas blancas y con un pequeño dolor en la cabeza, quizás era la resaca, anoche estuvo bebiendo .Se levanto lentamente , primero el cuerpo y luego la cabeza , la manera que siempre la habían enseñado en casa. Estaba en la habitación del hotel, era pequeña pero acogedora, solo había un cuarto de baño y  una habitación, en la otra cama dormían sus dos supuestas mejores amigas, las conocía desde pequeña, llevaban toda su vida detrás de ella, seguían todos sus pasos, todo lo que ella deseaba ellas lo conseguían . Sabía que tenía una vida fácil , siempre había sido una niña de papa y mama sin complicaciones, nunca había tenido problemas a donde fuera .
Se puso las zapatillas de andar por casa , y emprendió camino hacía al baño. Una vez dentro lo primero que hizo fue mirarse al espejo como de costumbre . Contempló sus ojos azules rodeados por una capa de rimel negro que se había extendido por sus párpados, después miro sus labios estaban cortados a causa del calor a si que cogió el cacao de su neceser , no podía permitir descuidarse siendo la más popular ya que siempre era la noticia de última hora, eso era lo bueno y lo malo. La verdad deseaba con todas sus ganas acabar el instituto y dejar de ser la popular, estaba cansada , por mucho que intentaba salir de ese mundo era imposible , estaba descuidando su vida sin querer hacerlo, bebe prácticamente todos los días, fumar se ha convertido en su vicio y salía con chicos sin sentir apenas una pequeña atracción hacía ellos. Estaba harta de ser la chica fácil, la niñita que tiene todo , desde que conoció a Sandra siempre la había tenido envidia, Sandra era de aquellas personas que son transparentes , nunca se dejaba llevar por las malas costumbres de la sociedad , ella era firme y fuerte .
Salió del baño dejando atrás su pensamiento , se vistió con una nueva minifalda vaquera de ultima moda y una  camiseta rosa escotada y salió del hotel .
Se paró en la playa, era muy temprano , no había apenas gente , se quedo mirando el mar, de repente una niña pequeña pasó delante de ella llenandola de arena, pero no la importo , su mirada se centro en aquella niña , estaba haciendo un castillo de arena, ojalá ella fuera una niña , no tener prejuicios. De nuevo concentró su mirada hacia el mar, no sabía por que pero una lágrima se resbalaba por los ojos, ojalá pudiera cambiar de vida.
Pasaron los minutos , seguía sumergida en un mar de pensamientos , solo existe una cosa que se le escapa de las manos por completo, no sabe si  lo quiere por que es lo único que no puede tener o si realmente a conocido el sentimiento del amor. Erik es el chico más interesante que ha conocido. Sabía que no iba a poder tenerlo,ella tiene su atención a veces, sus caricias , pero jamás va a poder conseguir su amor, eso es lo que tenía Erik, lo mismo que le daba a ella le daba al resto de chicas del instituto y eso es lo la produce más rabia que nada. Sin poder evitarlo sus ojos se llenaron de miles de lagrimas . Odiaba llorar en público, intento esconderse entre sus rodillas y su flequillo rubio .

- ¿ Qué te pasa Didi ? - preguntó una voz dulce.

Ella levanto su cabeza esperando no ver a alguien conocido, pero no, la conocía, era Sandra, realmente su cara parecia de preocupación.

- No me pasa nada - contestó con un tono borde .

- Pues tus ojos no dicen lo mismo, ¿ tu te crees que soy tonta? . Si no me lo quieres contar no me lo cuentes, pero no me digas que no te pasa nada. Eso no cuela.

- Bueno , vale, me pasa algo, pero no te interesa. Además , tampoco es muy dificil de adivinar que me pasa , se me nota a kilometros.

- ¿ Es por mi hermano ?- preguntó Sandra, abriendo sus ojos deseando que no fuera así.

- En parte si

(:...)

Sociedad.

Héroes

06/09/2011

Qué fácil es dibujar en la arena, pálida y fina. Qué fácil es borrar sea lo que sea que has dicho a la Tierra. Que fácil es sacudirse los granitos de arena de tu piel y quitar todo rastro de ellos en tí. Sin que dejen huella. Sin que hieran o se queden contigo. Sin que te persigan.
Te dejan libre.
Puedes irte y dejarlos ahí, tirados, sin sentir remordimiento ni culpa. Ojalá las personas fuesen así.
Las disfrutas y cuando ya te aburren o has sacado provecho de todo lo que se podía aprovechar... les dices "Adiós, un gusto conocerte"  Pero no. Las personas se pegan como el barro o la miel. Son pegajosas y no te dejan libre. Quieren poseerte, te obligan a seguir a su lado y si te vas... si las dejas solas, se lamentan y dejan en tí plantada la semilla de la culpabilidad.
Que asco de vida, que asco de sociedad. Un pájaro es más libre que una persona.

Erik deja escapar una sonrisa triste y niega con la cabeza.

Hay que joderse. Incluso una mariquita es más libre en su corta vida que un hombre. Que una mujer. Ojalá todo fuese como en la naturaleza. Eliges con quién fornicar y disfrutas. Te reproduces y luego te preocupas en sobrevivir y defender tu territorio. Te olvidas de la manada. Olvidas todo y echas a correr. Correr lejos, nadar lejos o volar, volar muy lejos. Sintiendo la vida en cada parte de tu cuerpo. Olvidando a todos los que has conocido. Solo te preocupas de tí mismo. Y nada más.

Nada más.

Erik otea la orilla. Llena de la gente del instituto. El último año con ellos y después decirles un "Adiós, un gusto haberte conocido"  Y realmente no merece la pena seguir en contacto con ninguna de aquellas carcasas vacías que ríen de gilipolleces y hablan sobre gilipolleces aún más grandes. Ha habido buenos momentos, sí. Los ha habido. Pero siempre se olvidan. Nunca se recuerda el por qué ni cómo. Los malos momentos se graban en la memoria de cada uno y te persiguen durante toda tu vida.

Mejor vivir el momento y después un "Adiós, espero no volver a verte" Hay mejores cosas que conocer. Siempre hay algo mejor que lo que nos rodea y siempre... siempre hay algo peor pero no siempre llega a tí.

Se levanta de la toalla y se sacude la arena de las manos. Tira sus gafas de sol en la manta y se dirige al agua, sintiendo el calor en la planta de sus pies, colandose entre sus dedos. Ignora a los chicos y a las chicas. Ellos no saben nada más que fanfarronear y dar con el pie a una pelota. Ellas solo saben apartarse el pelo y reír tontamente. Vaya gente, que peña.

¿En eso consiste las relaciones humanas? ¿En aparentar ser del grupo? Me aparto mi pelo de ésta manera porque es lo que se lleva de moda o juego al tennis porque todos los guays lo hacen. Si en eso consiste las relaciones... Él prefiere dejarlas a un lado. No hay nadie auténtico en el jodido mundo. Y los que lo son... no duran o se marchitan. Mueren bajo el peso de la masa estética que rigue a las personas sin personalidad ni espectativas en la vida.
El agua no está fría, o al menos a él no se lo parece. Se mete sin pensárselo. El bañador azul con claro y flores surfistas se pega a las piernas. Cierra sus ojos verdes esmeralda y mete la cabeza. La cresta de pelo negro sigue, terca, en su cabeza por la gomina resistente al agua. Nada bajo el agua, alejándose de los demás. Oteando el fondo.

Que gran masa de azul intenso y verde claro, atravesado por corrrientes rojas y amarillas de calor. Al sacar la cabeza a la superficie la sacude y se quita el agua de sus ojos. Mira a su alrededor.

-¡Erik!-Didi se acerca con una sonrisa, saltando en el agua. Con el pelo rubio mojado y el bañador blanco a topitos negros pegado y húmedo. Otra simetría de la sociedad, otro peón de la moda y los cosméticos... sin personalidad alguna. Aún busca su lugar en este mundo.

La sonríe. Porque él es así. Hay que sobrevivir integrándote, pero ser auténtico. Sé auténtico aunque no lo parezcas. Vístete como ellos pero no seas como ellos. Sé hipocrita, son los únicos que sobreviven en ésta vida de errores y aciertos.

-¡Te has metido! ¿Y no me avisas?

Erik se encoge de hombros y decide salpicarla. Ella deja escapar un chillido y se protege, al tiempo que ríe.

-¡Para, para!

Y aún así. Dentro de todas esas carcasas, dentro de todas esas personas pegajosas como el barro, como la miel... existe gente que si vale la pena. Gente que aunque pegajosa y cansina... es adictiva. Que asco.

Didi le salpica. Una lástima que ella no sea una de esas personas, aunque vale para entretenerse de momento hasta que llegue el "Que te vaya bien" La agarra de la cintura y la alza, colgándosela del hombro. Ella pega patadas al aire al tiempo que le golpea juguetonamente la espalda. Quiere hacerse la raptada aunque en realidad está disfrutándo de que él la atienda, porque no suele hacerlo. Él lo sabe y la complace, porque es mejor tenerles contentos a todos esos que no saben quienes son y dejarles en paz luego. Salen del agua. Los otros les gritan algo entre risas  "Parejitaaaa" "Deja algo para los demás" "A mi también peudes cogerme así, ¿eh?" 

¿Qué más da perder un poco de tiempo más con ellos? Luego les olvidarás y con suerte ellos a ti también. Él sonríe y niega con la cabeza. La deja sobre la arena. Ella ríe. Los demás se acercan a hablar. Él asiente, sin oírles demasiado porque no le interesa. Sus ojso verdes vuelan un instante hacia ésa sombrilla. Hacia ella. Leyendo bajo la sombra. Disfrutando de la lectura.


Cuando está callada puede ser guapa. Cuando sonríe también. Incluso cuando está enfadada y frunce el ceño. Ve como se aparta un mechón de pelo y se lo pone tras la oreja. Luego llega Él. Aparta la mirada desinteresado de la nueva imagen bajo la sombrilla. Ayer ya tuvo suficiente, gracias. No necesita ver como él le gana terreno, ni como ella le sonríe y ríe sus bromas. Tampoco necesita recordar que Él fué una de esas pocas personas pegajosas que valían la pena pero, por desgracia o tal vez es mejor así, se ha vuelto como los demás. Le da igual. Eso se dice a sí mismo pero en lo más profundo le duele. Lo sabe. Él ha sido un gran amigo hasta que todo se torció y ahora ni se entienden ni quieren entenderse. Una lástima.

Ríe de una broma y pasa el brazo por encima de los hombros de Didi que sonríe complacida ante este gesto. Que lástima que todos, en realidad, esten vacíos. Qué lástima porque le hacen pasar buenos momentos pero una vez todo termine no les volverá a ver... y con suerte ellos tampoco querrán saber nada de él y tampoco le buscarán.

M.Q

Lo siento



Heroés

05-09-2011



El sol pegaba mucho aquella mañana de verano y hacía mucho calor. Sandra y todos los de bachillerato se dirigían a la playa para disfrutar del día soleado.La playa estaba llena de gente a esas horas, la mayoría se bañaba en el mar pero también había chicas haciendo Top- les o tomando el sol, y chicos jugando al fútbol, al voley o a las palas. Sandra iba detrás del todo con un biquini negro y un pareo verde rodeando su cintura, acompañada de Paqui, mientras Didi iba delante del todo luciendo un vestido playero a rayas de color azul acompañada de todos los chicos, incluidos Pino y Erik. Naia también estaba con un grupo de chicas un poco por delante de las dos. los alumnos fueron colocando su campamento, las sillas las sombrillas y las toallas. Didi cómo no prefería que alguien lo hiciera por ella, porque mientras todos estaban colocando las cosas ella estaba quieta como un palo.

-¿ Quién me ayuda con la toalla? - dijó con su voz chillona. Un chico rubio se acercó y le ayudó a colocarla- Muchas gracias, guapo.
Sandra puso los ojos en blanco ¿ no podía Didi hacer las cosas ella sola?
Se puso a colocar su toalla como pudo porque el viento le impedía hacerlo. Paqui también estaba teniendo dificultades para colocar la toalla. Sandra se acercó a ella, agarro un extremo de la toalla y le ayudó a colocarla.
- Gracias, Sandra- Ella sonrió a Paqui.
- No hay de que.
Sandra vio como Didi se acercaba a Erik y eso la hizo ponerse de mal humor.Se quedó mirando a ambos para ver que narices quería esa víbora.
- Erik, ¿me hechas crema por la espalda?, es que soy muy blanquita y me quemo.
- Claro que si, preciosa
¿Preciosa? ¿a qué coño venía lo de preciosa?
Sandra no pudo evitar desear que una de las sombrillas se llevara por delante a Didi. La odiaba a muerte siempre estaba ligando con Erik. Una sombrilla azul se empezó a mover de forma violenta y el aire no tenía nada que ver. La sombrilla estaba apunto de levantarse del suelo pero no lo hizo porque una mano tocó a Sandra el hombro con ternura y eso la tranquilizó.
- Tranquila pequeña- Sandra se giró y vio a Pino.- El truco de Didi para ligar es de colegiala Erik no la va ha hacer ni caso, no te preocupes.
"pues para no hacerla caso, la ha llamado preciosa"- pensó Sandra, pero no dijo nada. Sólo se limitó a sonreír a Pino que le devolvió la sonrisa. Sandra volvió a mirar hacía la dirección donde estaban Didi y Erik y vio como los dos se iban a bañar juntos en el mar, ya esta ya no se iba a meter en el agua, pasaba de ver eso. Sandra se sentó en la toalla de mal humor y sacó su libro de la bolsa de playa. Pino la miró sabía perfectamente lo que le pasaba y la entendía.
- Ey Sandrita,¿ no te vas a bañar?
- No.
-Entiendo, que no quieras pero te vas a morir de calor, date un chapuzón y vuelve.
- No, de verdad no estoy de humor, vete tú, si quieres.
- ¿Seguro?
- Si, de verdad
Pino le revolvió el pelo de forma cariñosa y se metió en el agua. Sandra se quedo mirando un rato a la gente. Naia estaba jugando a las palas, Erik y Didi se estaban riendo mientras se salpicaban el agua. Todos parecían estar pasándoselo bien, incluso Paqui que estaba sola recogiendo conchas y Pino que ya se había acoplado con un grupo de chicos. Volvió su vista al libro para leer pero no se concentraba porque de vez en cuando levantaba la vista para mirar a Erik. Finalmente consiguió medio concentrarse.
Después de mucho rato Sandra notó como unas gotas mojaban su libro, levantó la vista para ver quién era y se encontró con Erik.
- ¿ Pero tú estas tonto o qué?
-Relájate un poco ¿eh? que solo vengo a por cartas para jugar- Erik encontró las cartas.
-Vale, pues muy bien ya tienes tus cartas ahora lárgate.
- ¿pero a ti qué coño te pasa?
- No sé, que me acabas de mojar el libro
- Pero si solo son cuatro gotas.
Sus miradas se encontraron un instante pero Sandra incomoda devolvió la mirada al libro.
- Joder... ¿ no jodas que estas leyendo, aquí en la playa?
- No, estoy cantando, ¿a ti qué te parece?
- Vale ya te dejo sola con tú amigo el libro, diviértete,guapa. Sandra se quedó mirando como Erik se iba con los demás a la toalla de Didi para jugar a las cartas. Se había portado como una borde con Erik porque estaba furiosa porque el no le hacía ningún tipo de caso, sólo cuando la necesitaba y no había gente y se estaba empezando a cansar ¿ por qué todo tenía que ser tan difícil cuando se trataba de él?, ¿ por qué no podía tratarla como lo hacía Pino? ¿ por qué no podía quererla? porque obviamente no lo hacía. Una lagrima brotó de los ojos de Sandra y esta vez fue ella la que mancho el libro. Las lagrimas siguieron brotando pero ella se las quito con la mano, no quería que nadie la viera llorar y menos él. Siguió con su lectura hasta que de nuevo unas gotas la sacaron de sus lectura.
-¿ Pero a ver a ti que te pasa? deja de mojar el... ah eres tú- Era Pino.
-¿Estas bien Sandrita?
- No, bueno igual.
- Tranquila, ¿quieres bañarte ahora?
- No, de verdad.
- Venga vamos, no seas aburrida
Sandra le miró molesta.
- Es broma pequeña, venga vamos a bañarnos-Le quito el libro de las manos.
Sandra se levantó de mala gana, Pino le tendió la mano y Sandra después de pensarlo se la cogió. Naia dejó de jugar un segundo con las palas para mirar a Sandra con odio y Erik dejó tan solo por un segundo de jugar a las cartas para mirarles, pero despúes volvió a la partida como si no pasara nada apesar de que Didi y todos se había quedado de piedra.
- Tio ¿que hace la friki con el Pino?- preguntó uno.
- ¿Se están dando la mano? ¿ están de rollo?
- ¿Pero que dices, tia? Si esa no se besa con nadie, es una monja.
- Bueno, lo que si que esta claro es que si se junta con Sandra se volverá igual de friki que ella- dijo Didi con malicia.
- Bueno que, ¿dejamos de hablar de mi hermana y el pipa ese y jugamos?
Didi le miró extrañada.
- Vaya Erik, cualquiera diría que te molesta.
Erik ni la contestó simplemente echó la carta.
Sandra estaba algo más animada gracias a Pino, la verdad es que su compañía era como un regalo, era lo único bueno dentro de todo lo malo.
- Oye Pino, gracias
- Gracias ¿por qué?
- Pues por no haber pasado de mí y ser siempre tan bueno conmigo.
- Ahh, de nada Sandra, para eso están los amigos.
Sandra se acercó a el y le abrazó, Pino cerró los ojos disfrutando de ese abrazo.
Todos habían vuelto a dejar de jugar.
- ¿Tia se están abrazando?
- Aqui hay rollo de fijo
- Joder que asco y pensar que yo quería liarme con Pino- dijo una chica Morena.
- Pa que quieres a ese si me tienes a mi
Erik se estaba empezando a hartar de tanta gilipollez.
-¿Oye chicos por qué no nos acercamos a ver que hacen estos?, pero en plan discreto ¿eh?- dijo Didi.
Todos estaban de acuerdo. A Erik eso no le interesaba en absoluto pero tampoco tenía nada mejor que hacer así que se metió en el agua con todos. Didi se quedó con el atrás mientras todo se metían como locos.
- Oye Erik...¿ tu no sabes nada de si tu hermana y él están juntos?
- no, yo de los rollos de mi hermana paso, que haga lo que quiera, si le va el mierda de Pino que le vaya, me da igual.
Didi le miró extrañada nuevamente.
- Cuanto quieres a tu amigo ¿no?
- Nah, ese tío ya no es mi amigo.
Ambos se metieron en el agua. Pino estaba intentando animar a Sandra y lo estaba haciendo bien porque Sandra incluso se había reído.
- Ojala todo fuera tan fácil...
Pino la miró sin entenderla.
- Si, contigo todo parece tan fácil, joder... si no estuviera tan empeñada en Erik, pero es que..., ojala nunca me hubiera enamorado de él, lo odio, ojala estuviera enamorada de tí.
Pino sintió que algo se agitaba por dentro suyo. Sandra estaba volviendo a llorar- No es justo- Pino le quitó una lagrima con la punta de los dedos.
- No pasa nada Sandra, no elegimos de quien nos enamoramos, simplemente lo hacemos sin más.
-Ya, pero es que no puedo dejar de pensar en que me he equivocado, en que el jamás me querra...
Didi y los demás estaban relativamente cerca y estaban intentando escuchar la conversación.
- ¿ de quién habla?
- De un chico " que jamas me querra dice" ¿ pero quien coño puede quererla?

- ¡Eh Tio! que es mi hermana como vuelvas a hablar así de ella te parto la cara- amenazó Erik.

Se notaba una cierta tensión en el ambiente. Didi le miró. Joder protegía hasta a su hermana, ese chico lo tenía todo. Le sonrió.

- ¿ De verdad estas dispuesto a pelearte por tu hermana?

- Sí

- Joder, que valiente eres. Tú hermana tiene mucha suerte aunque también muy mala.

Erik la miró sin comprender.

- Si, chico, si tu fueras mi hermano estaría bien porque sé que me protegerías pero sería una mierda porque cometería incesto todo el tiempo.

Didi le miró con una mirada seductora y Erik simplemente la sonrió. Todo el mundo seguía atento a lo que Sandra y Pino estaban haciendo. Ella seguía llorando y Pino no paraba de consolarla, Erik pasaba prefería hablar con Didi a ver lo que hacían esos dos.

- No llores Sandra,

- No puedo evitarlo

- Tranquila, él te quiere, no sé si como amiga o algo más pero te quiere, ya sabes como es simplemente le cuesta demostrártelo, pequeña.

Erik había escuchado eso perfectamente y pensó que si se encontraba con Pino a solas le

daría una buena ostia ¿ quién coño se creía? ¿ un puto psicologo?

- Si bueno, siempre hablamos de lo mismo estoy harta de hablar y hablar y no sacar ninguna conclusión. Si te pidiera una cosa Pino, bueno es que...

- Lo que quieras ,Sandra

- A veces me gustaría olvidar todo lo que siento por él, para poder centrarme en otros chicos como por ejemplo en ti, de verdad, yo creo que si hubieras llegado antes podría haberme enamorado de ti y bueno ambos sabemos que puedo olvidarle con tu ayuda.

-Gracias, Sandrita no sabes lo que significa esto para mí y si quieres eso solo tienes que pedírmelo.

Ni que decir tiene que los cotillas seguían escuchando la conversación.

- Ostras, que fuerte la Sandra quiere utilizar a Pino para olvidarse del otro chico.

Erik entendía eso de una manera diferente a como lo entendía el resto. Lo que Sandra le había pedido a Pino era mucho más eficaz, era que le borrara los recuerdos. Muy bien que hiciera lo que quisiera esa niñata se la soplaba y mucho.

- Ademas eres bueno conmigo, pero es que olvidarle me da miedo porque entonces no hay vuelta atrás.

- Lo entiendo, yo tampoco querría olvidarme de ti, Sandra.

Sandra no pudo evitar sonreír.

- Ojala, esto no fuera así, te quiero mucho Pino de verdad, eres casi lo único bueno que tengo en el mundo y aveces pienso que...

Sandra no pudo terminar esa frase porque Pino se acercó a ella y selló sus labios con un beso impidiendola terminar la frase. Sandra abrió los ojos sin poder creerse lo que estaba pasando, estaba muy impresionada, pensó en apartarle, gritarle, en darle una torta, pero en vez de eso cerró los ojos y se dejo llevar por el beso de Pino. No entendía por qué lo hacía quizá por enfado, por tristeza, por impotencia, en fin, no lo entendía.

- Eh, ¿se están besando?-preguntó uno

Erik ignorando los comentarios de sus amigos y sin decir una sola palabra se dirigió a la orilla para salir del agua.

Pino agarró a Sandra por la nuca para hacer el beso mas intenso e intento juntar su lengua con la de ella pero Sandra se apartó.

- Pino yo...- las lagrimas se arremolinaron en sus ojos- Lo siento pero no puedo- No sabía que más decirle, se sentía estúpida. Metió su cabeza en el agua para evitar seguir hablando y se fue buceando hasta que no aguantó más la respiración y salió, pero Pino estaba ya muy lejos y Sandra no había escuchado las veces que el había gritado su nombre mientras ella seguía con la cabeza metida en el agua.




















viernes, 12 de agosto de 2011

Absenta y LSD (II)

4-8-11
(Héroe)


La habitación empezó a ondularse, sus paredes se retorcían hasta transformarse en burbujas cristalinas que estallaban en explosiones de colores brillantes. El paisaje cambió rápidamente: ya no estaba en un sucio salón lleno de futuros cadáveres con las venas repletas de heroína, sino en una colina que le resultaba familiar. La hierba tenía un color dorado rojizo bajo los últimos rayos de sol...
Entonces la vio, apoyada contra un árbol y sonriéndole. El rojo de su vestido contrastaba con el marrón oscuro de la rugosa corteza. De pronto se encontraba junto a ella, y sus manos vacilantes buscaron su cintura. Acercándola lentamente, se perdió en la inmensidad de sus ojos color caoba, olvidando en el camino las interminables tardes de tristeza y melancolía junto a botellas de absenta. Sus labios se encontraron y comenzaron un baile apasionado, al que pronto fueron a unirse sus lenguas húmedas y ardientes. Tuvo la sensación de que la saliva de Sandra penetraba hasta el fondo de su alma, limpiando su corazón de desesperanza y pasadas cicatrices. Se tumbaron sobre la hierba fresca y suave, y David cruzó sus brazos tras la espalda de Sandra, apretándola con fuerza, disfrutando del tacto de sus pezones erectos contra su pecho, y empezó a desabrochar las cuerdas que mantenían unido el vestido mientras Sandra le desabotonaba la camisa y los pantalones. Metió después sus manos debajo de la delicada tela del sujetador de Sandra, acariciando y apretando con dulzura sus duras areolas. Notó como las manos de ella comenzaban también una danza traviesa bajo su ombligo, jugando a introducirse algunos centímetros debajo del bóxer, para volver de nuevo a deslizarse por su cintura y sus caderas. Sacó entonces las manos de encima de sus perfectos montes, y le quitó el sujetador. David comenzó a pasear su lengua por sus pechos, recorriendo con ella su contorno, describiendo círculos cada vez más pequeños hasta que llegó de nuevo a los pezones, que mordisqueó lentamente, succionando con suavidad y lamiendo su afilada cumbre. Empezó a bajar por el cuerpo de Sandra, besando su vientre, su ombligo y finalmente la zona cubierta todavía por las sensuales bragas negras. Con cada beso arrastraba un poco más abajo la poca tela que aún la cubría, hasta que finalmente se las quitó por completo. Mojó el corazón y el índice con un poco de saliva, y lentamente, procurando no hacerle daño, se los introdujo en su sexo. Al mismo tiempo, Sandra metió la mano dentro del bóxer y agarró su pene con firmeza, masturbándolo rítmicamente.
-Sandra....yo...- aumentando aún más el surrealismo de la escena, los ojos de David se llenaron de lágrimas mientras le metía los dedos a Sandra.- Si hubiera sabido....que esto acabaría pasando yo...todo lo que he hecho desde que te fuiste a Benid...
-Sssh -Sandra le silenció poniéndole el dedo en los labios.- Ya, ya lo sé....se acabó todo.
-Si -sonrió.- Se acabó...
David se levantó entonces para volver a besarla. Mientras con una mano acariciaba las mejillas de Sandra, con la otra agarró su miembro viril para dirigirlo hacia la gruta recubierta por una fina capa de vello. Lo situó a la entrada, disfrutando de la humedad y el calor que emanaba, y con firmeza fue introduciéndolo. Sandra soltó un leve suspiro de placer, mientras se aferraba con ambas manos a la nuca de David y cerraba los ojos. Comenzaron a mover las caderas al mismo compás, alternando rápidas y fuertes sacudidas con suaves y tiernos vaivenes. Los suspiros de placer se transformaron en profundos y penetrantes gemidos, que no hacían más que aumentar su excitación. Las manos de los dos amantes se deslizaban a toda velocidad por sus cuerpos, dedicándose caricias, masajes o delicados pellizcos en los puntos erógenos.
David miró fijamente a Sandra a los ojos.
-Sandra.... - murmuró con los ojos desorbitados, como un náufrago que divisa en el horizonte las velas de un buque.- Sandra... - repitió con la misma intensidad en la voz y la mirada, aumentando la velocidad de las embestidas- ....yo...
En ese momento, ambos alcanzaron el clímax y levantaron la cabeza hacia el broncíneo cielo para dejar escapar de sus gargantas un aullido de placer que se perdió en el firmamento.
-¡TE AMO! -logró decir David.
Y tras decir esas palabras, la colina empezó a girar alrededor suyo a toda velocidad, transformando al paisaje en un cúmulo de manchas borrosas que chocaban entre sí lanzando chispas, hasta que finalmente....
Vacío.

David puso los ojos en blanco mientras su torso se agitaba descontroladamente hasta que acabó cayendo de lado contra el suelo. Una mancha oscura se extendía por la zona de la entrepierna de sus vaqueros, y dos gruesas lágrimas surcaban sus mejillas, dejando un rastro brillante tras de sí. Sin embargo, esta vez sus lágrimas eran distintas.
Porque, por primera vez en muchas semanas, David lloraba de felicidad.

El Príncipe

jueves, 11 de agosto de 2011

Absenta y LSD (I)

4-8-11

(Héroe)

David observó con una mezcla de desprecio y repugnancia el callejón en el que se estaba metiendo. Las esquinas tenían manchas amarillentas de orina, y alguien había vomitado al lado de los cubos de la basura. Sus pies levantaban crujidos con cada paso, pues el suelo estaba tapizado de cristales rotos de botellas y jeringuillas, y de vez en cuando alguna rata salía gritando de entre las montañas de desperdicios amontonados contra la pared. Por suerte, el fuerte aroma a alcohol y a diversas sustancias ilícitas taponaba el olor a descomposición y podredumbre.
El callejón acababa en una pared gris de cemento con una puerta de metal descolorida y roída por el óxido. David la golpeó con todas sus fuerzas, ya que dudaba que pudiesen oírle por encima de la música. Después de unos instantes, la puerta se abrió y una espesa humareda blanca salió a su encuentro. Cualquier persona normal habría tosido, pero David estaba demasiado acostumbrado al tacto áspero del humo de la maría como para que le afectase. Con el humo salió también a recibirle un chaval de veintipocos años, bajito y delgado, con pelo rubio y perilla. De la nariz para arriba su cara quedaba oculta por la visera de una gorra con el emblema del Rayo Vallekano.
-Que passssa Pino, ¿qué tal ssstasss tron?
-Con ganas de emborracharme hasta echar el estómago por la boca, Suko.
-Asssi ssse habla colega, tu sssi que controlasss- Suko empezó a tambalearse, y David tuvo que agarrarlo por los hombros para evitar que se cayese directo a una bolsa de basura que rezumaba un líquido verdoso.- Joder tron, graciasss....venga, passsa p'adentro, que hoy ssstan d'una fiesssta que flipas, tron.
David siguió a Suko al interior del edificio. Atravesaron un pasillo con las paredes desconchadas y llegaron a un gran salón. Tres sofás ocupaban una de las paredes, mientras que las otras estaban llenas de estanterías desordenadas en las que se mezclaban los CD's de música con las bolsitas de hachís y las pastillas de Rubifen. Una gruesa y anticuada televisión ocupaba el centro de la estancia junto a un aparato de música que reproducía a todo volumen canciones de Bob Marley.
Había unas diez personas en la habitación. Era difícil saberlo con exactitud, pues una densa neblina flotaba en el aire. Algunos de ellos bailaban de forma descoordinada en un extremo de la habitación, como marionetas dirigidas por un titiritero borracho. Otros se enrollaban en los sofás o por el suelo. Incluso había uno que miraba una pared con sus enrojecidos ojos abiertos al máximo. Tenía la boca entreabierta y un fino hilillo de saliva se deslizaba por la comisura de sus labios.
-¿A ése qué coño le pasa?- preguntó David con curiosidad. Había probado la mayor parte de las drogas que podían comprarse en Madrid, pero nunca había visto nada que produjese esos efectos.
-Esssse sss'a tomao una d'essstasss que nosss han traído hoy, ssse llamaban....esssteee....LSD, nosss lassss ha traído el Jonny sssta tarde. ¿Te animassss a tomar una?
-Paso, me conformo con la absenta- David estaba decidido a mantener la promesa que le había hecho a Sandra.
Se dirigió al minibar sobre el que estaba apoyada la televisión. Abrió los cajones hasta encontrar una botellita de color verde con el dibujo de un hada en la etiqueta. Le quitó el tapón casi con ansia y vació su contenido de un solo trago. Después, se sentó en uno de los sofás a esperar que surtiese efecto el hechizo del hada verde.
Veinte minutos más tarde, David se arrepentía profundamente de haberse tomado la absenta tan rápido. Sus recuerdos se habían descontrolado con mucha más violencia de lo habitual, haciendo que ante sus ojos desfilase ahora una maratón de momentos desgarradores. Sandra hablando con Erik, Sandra sonriendo a Erik, sus padres muertos en el suelo, su hermano rodeado de llamas en la furgoneta, con su infantil rostro desencajado y gritando que corriera.....
Sin darse cuenta, David se había levantado del sofá y estaba ahora tambaleándose de un lado para otro, gritando y aullando, arañándose la cara con las manos mientras iba dándose golpes contra las paredes. La gente no le prestaba apenas atención, acostumbrada a escenas parecidas e incluso peores. Finalmente, David se derrumbó en una esquina, justo al lado de Suko, que estaba en esos momentos liándose un porro.
-Joder, tron, ssssi esss que ya te lo he dicho, te tendríassss que haber tomado el LSD, essss la ossstia, mucho mejor que la mierda esssa de l'abssenta.
-No me jodas Suko- contestó David intentando controlar los espasmos que agitaban su cuerpo. Su frente estaba perlada de gotas de sudor que iban resbalando hasta su cuello.- Ya estoy lo suficientemente mal como para encima meterme más mierda.
-Tío, sssi esss que no me dejasss explicarte. El LSD no te da cosssasss rarasss ni chungosss, te deja de puta madre y encima empiezasss a ver cosssasss mazo guapasss.
David intentó despejar su mente lo suficiente para pensar. Si el LSD era capaz de provocarle alucinaciones, quizás podría mantenerle distraído hasta que se le pasase el ataque de memoria. Pero le había prometido a Sandra que no se volvería a drogar....¿O no? El solo le había prometido dejar la heroína y la cocaína, no había mencionado en absoluto el resto de drogas. Por tanto, podía tomar LSD y mantener intacta su promesa....
-Suko, tráeme el LSD ese.
-¿Lo vesss? Sssi al final hasssta tu quieresss- Suko se levantó y volvió menos de un minuto más tarde con una jeringuilla llena de un líquido blanquecino en las manos. Con una sonrisa, Suko hundió la fina aguja en el brazo de David y apretó el émbolo hasta vaciar completamente la jeringa. Luego, se sentó de nuevo a su lado.- Que tengasss dulcesss sssueñosss, tron...
Pronto, las pupilas de David se dilataron, y empezó a ver....

El Príncipe

jueves, 4 de agosto de 2011

Recuerdos

3-8-11


(Héroe)


La pradera, de un color verde brillante durante el día, adquiría un color dorado rojizo con los últimos rayos del sol. El aire estaba lleno del penetrante aroma de las agujas de los pinos del bosque cercano. En el cielo revoloteaban, entre nubes de color naranja y las cada vez más brillantes estrellas, bandadas de aves silvestres que trinaban sin cesar.
La risa de un niño pequeño pronto vino a unirse a los cantos de los pájaros. El niño bajó corriendo la colina, lanzándose hacia todos los pájaros posados que veía y espantándolos con grandes aspavientos.
-¡Pajaditos, vuela, vuela pajaditos! ¡Vuela, vuela! -decía sin dejar de reír.
-¡Corre, David, ahí hay más pájaros! ¡Vamos a cogerlos! -se oyó detrás suyo. David se volvió, con la respiración entrecortada y las mejillas sonrojadas, justo a tiempo para ver como su hermano mayor le agarraba por las axilas y se lo subía a la espalda.
-¡Ade caballito, ade! ¡Code a por los pajaditos! -gritaba David encantado, disfrutando de lo que a él le parecían unas vistas a gran altura. En realidad, su hermano de diez años levantaba poco más de un metro y medio del suelo, pero para David, de solo cuatro años, era como subirse a un teleférico.
-¡Os vais a caer, parad ya, os vais a caer! -repetía insistentemente la madre de los niños desde lo alto de la colina.- Alejandro, ¡trae a tu hermano aquí inmediatamente! ¡Se va a hacer daño!
Esa última frase, como si de unas palabras mágicas se tratasen, hicieron que el mayor de los hermanos se detuviera al instante. Alejandro era casi más protector para con David que su madre.
-¡Jooooooo, no, no, no, no queyo, no! ¡Queyo montar a caballito! - se quejó David mientras su hermano le arrastraba junto a sus padres de nuevo.
-David, hijo, ¿no ves que te podías haber hecho daño? ¿Y si te caes qué? ¡Entonces no podrías venirte esta noche con nosotros a la poza a cazar sapos! -su padre intentó calmarle.
-Pedo...pedo.....joooo....pedo yo queyo coger pajaditos con Alez -David empezó a hacer pucheros.
-Venga, venga, mañana venimos y cazamos todos pajaritos, ¿qué te parece? Te dejo incluso que uses el cazamariposas -siguió negociando su padre.
-Bueno...bueno...vale, pedo yo me quedo el cazamadisopas, ¿vale?
-Claro que si -le sonrió su padre mientras le abrazaba.
Un rato más tarde, la familia entera se sentó en la hierba para descansar un rato antes de regresar al chalet. David cerró los ojos, disfrutando de la calidez de los rayos del sol, mientras deslizaba la mano hacia los bolsillos de su peto para sacar la marihuana y liarse un canuto. Un momento.... Frunció el entrecejo. Tenía cuatro años. No sabía lo que era la marihuana. ¿Tenía cuatro años, verdad?
David volvió a abrir los ojos. La luz tenue y grisácea que se colaba a través de la persiana anunciaba un día nublado. Se incorporó en la cama hasta quedar sentado, y se masajeó las sienes. Había vuelto a perderse en sus recuerdos....literalmente. Le solía pasar si se emborrachaba o drogaba demasiado. Y el problema principal no era ese. Lo que más temía David de sus ataques de memoria, como el los llamaba, era que perdía la capacidad de controlar sus recuerdos, que pasaban entonces ante sus ojos sin que el pudiera hacer nada para evitarlo.
Una furgoneta negra llegando a toda velocidad al prado....no, control, control, puedo controlarlo.....muchos hombres vestidos de negro, su padre enfrentándose a ellos, colocándose delante de su familia para protegerla.....soy dueño de mi mente, yo la manejo como quiero, es mia, mia.....una pistola, dos disparos, su padre y su madre cayendo al suelo, los sesos desparramados sobre la hierba, los hombres llevándose a su hermano y a el en la parte trasera de la furgoneta.....joder, ¿estoy llorando en la realidad o en los recuerdos?.....calor, mucho calor, la furgoneta estrellada, fuego por todas partes, y su hermano gritándole que corriera, que luego se reuniría con el....
David pudo por fin concentrarse lo suficiente como para volver a la realidad. Se levantó a toda velocidad mientras una sucesión de imágenes confusas e inconexas aparecían en su cabeza. Sacó una navaja del cajón del escritorio y hundió el filo en la yema de su dedo gordo. No mucho, solo la punta. Intentó pensar solo en el dolor, dirigir toda su atención a los borbotones de sangre oscura que se deslizaban por la palma de su mano, siguiendo los surcos de las huellas dactilares.
Al cabo de unos minutos, sacó la navaja de su piel y respiró hondo mientras trataba de calmarse.
Todavía seguía llorando.

El Príncipe